Miró. Sus ojos destellantes abrieron las iris para dejar pasar la imagen. Ahí estaba. Su corazón se contuvo de palpitar por unos segundos, su respiración se entrecortó y sus piernas temblaban. Era una mezcla de sentimientos. Él lo sabía, su interior lo sabía, pero su razón le impedía su expresión.
Esos cabellos, suaves, tersos, que en algún momento dibujaron siluetas danzarinas en su hombro. Olor suave sabor miel, con pinceladas de niña y de toques de mujer. Aquellos ojos donde se vio reflejado por unos instantes... por una eternidad. Dibujó su silueta a través de los contornos de su cuerpo y lo llevo como un obsequio para sí.
El recuerdo le seguía por las sombras del pensamiento. Era imaginar un ángel, un ángel caído, expulsado del paraíso por su rebeldía. ¡Y ahí estaba! Frente a él, y le observaba con ojos cálidos y tenues, con una invitación al paraíso perdido... Respiración agitada y entrecortada entre corazones palpitantes y perlas de cristal emanadas del cuerpo.
Despierta... Era tan sólo un efímero sueño; deseos reprimidos de un inconsciente oscuro.
Un beso en la mejilla es la señal pactada para entregarlo a la prohibición, al desenfreno... pero permanece ecuánime. Lo sutil de sus labios y el encanto de su sonrisa son cantos de sirena. Amarrado al mástil de la cordura, no da pie de guerra.
...
Ahora el destino juega, se divierta, intentando perturbar los minutos del silencio y de las palabras no dichas. Una imagen, tan solo una imagen...