3 de febrero de 2007

Cenotillo

Febrero 3, 2007.

Había despertado con muchísima dificultad. Inclusive, a pesar de que el celular había sonado para despertarme, yo opté por "tomarme cinco minutos más". A pesar de la desvelada de anoche, yo estaba consciente en que tenía que ir, ya que mis ganas hacía me lo hacían saber.

Después de esos cinco minutillos, me levanté y me cambié, desayuné sólamente un vaso de leche y me fui directamente a la facultad de medicina. Nada anormal: médicos, veterinarios, odontólogos, rehabilitadores y Mónica y yo (psicólogos). Salimos casi inmediatamente para Cenotillo. ¡Un poquitín lejos! Sin embargo, durante el camino me pusé a pensar en muchas cosas, tantas que ya ni recuerdo. La única memoria que conservo es el sentimiento de estar un poco en paz al ver los árboles pasar a través de mi ventana, de simplemente estar contento por hacer lo que quería hacer. Platica entre psicólogos y a veces junto con los médicos. Al fin y al cabo de 2 horas, aproximadamente, llegamos a Cenotillo.

Desgraciadamente para mí únicamente pude tratar un caso; bueno, era como un caso con dos incluídos: una hija con problemas de aprendizaje y una señora. Con la niña no había mucho qué hacer, más que recomendar que la vea el psicólogo que asistía a su escuela; aunque confieso que aún me falta aprender a manejar casos cuando éstos son niños, me es mucho más fácil los adultos. En esta ocasión en particular, decidí dar una introducción donde le exponía a la señora que ahí era "su" espacio, que podría expresarse de la manera que guste y de lo que quisiera hablar"; es entonces cuando surgió el tema de su casa y su esposo (curioso, porqué la señora exclusivamente fue por lo de su hija). Este fue un caso, que aunque me había topado antes, traté de manejarlo de manera distinta. Hablamos por un rato, y entonces me fui dando cuenta que hablaba sobre su esposo y sobre sus hijos y muy poco de sí. Entonces, en un momento dado le dije esa situación para que fuera consciente. Se sorprendió un poco, pero fue muy trabajoso, ya que la señora mantenía como prioridad a sus hijas y a su esposo, aún cuando manifestó que estar a su lado era una tortura, por encima de su propia felicidad. Llegó un momento en que vi la necesidad de confrontarla de manera directa en cuanto a su felicidad o infelicidad. Reflexionó un poco, y se retiró. Para mí fue un poco conflictivo después, ya que confrontar a alguien de manera tan directa nunca antes lo había hecho. Fue difícil, pero sé que me llevará a pulir la técnica. Lo único que sí remarqué con mucho énfasis fue que la decisión sólo ella lo podía tomar, que el papel del psicólogo no es decirlo lo que tenía que hacer, sino hacerle reconocer sus problemas y que ella misma tomará la iniciativa de su propia vida.

Después de ese caso, no hubo más. Lo nuevo, por el lado de Mónica, es que me sorprendió por el hecho de ya manejar nuevos niveles dentro de la consulta clínica, como es el caso de diagnóstico en base al DSM-IV. ¡Sorprendente! Fue capaz de reconocer ciertas características en una persona que le llevaron a una clasificación. Aunque le causó conflicto el hecho de referir a alguien, diagnosticando algo y firmando ella, le hice darse cuenta que no tenía que estar preocupada, sino por el contrario, contenta porqué ya era capaz de eso. ¡Felicidades, Mónica!

De ahí, estuvimos esperando que los médicos terminaran de dar consulta y nos fuimos a comer. Cenotillo se nos quedará como un grato recuerdo, ya que se organizó una "mini fiesta", donde dieron tacos de cochinita, nos dieron cerveza y cocas. ¡Fue divertido! A causa de eso nos estábamos quitando de la comunidad a las 5pm, cuando el común es que a las 2, máxime 3pm, estemos en camino de nuevo a Mérida. Además, pasamos a Izamal, ya que una de las médicos que nos acompañaban era de ahí. Conocimos su casa, ¡y nos dieron tamales! Al fin y al cabo llegamos a Mérida casi a las 7pm. ¡Pero bien valió la pena!